Del libro Apocalípticos e Integrados de Umberto Eco
“El análisis propuesto podría parecer algo abstracto, y ser considerado como apocalíptico (una especie de variación retórica, a alto nivel problemático, de un hecho de dimensiones más bien reducidas), si el hombre que lee Superman y para el cual Superman ha sido creado, no fuera el mismo de quien nos han hablado varias investigaciones sociológicas y que ha sido definido como un hombre “heterodirigido”.
Un hombre heterodirigido es un hombre que vive en una comunidad de alto nivel tecnológico y dentro de una especial estructura social y económica (en este caso, basada en una economía de consumo), al cual se sugiere constantemente (a través de la publicidad, las transmisiones de televisión, y las campañas de persuasión que actúan en todos los aspectos de la vida cotidiana) aquello que debe desear y cómo obtenerlo, según determinados procedimientos prefabricados que le eximen de tener que proyectar arriesgada y responsablemente”
Decidí copiar al pie de la letra este encabezado del aparte: “Superman como modelo de heterodirección”, para relacionar el interés de los tres autores (horkheimer, Adorno y Eco) por resaltar el tipo de individuos consumidores, que no racionalizan sobre los medios y terminan deseando aquello que otros han proyectado y le sugieren que desee, por medio del uso de ficticios que provocan una idealización de personajes y la construcción de sus vidas desde los ideales del mismo.
Durante la lectura del ensayo se van desarrollando distintos apartes que tienen como finalidad un estudio certero del cómic ocupándose, por un lado, de aquello que está más allá de la imagen; y por otro aquello que esta en la imagen misma.
Eco nos cuenta como en una época era la iglesia la encargada de transmitir mensajes propios del repertorio de la institución a través de la imagen, imagen que iba destinada al “pueblo sencillo, carente de refinamientos teológicos”; este proceso se conoce como “mitificación”, que consiste literalmente en una “simbolización inconsciente, como identificación del objeto con una suma de finalidades no siempre racionalizables, como proyección en la imagen de tendencias, aspiraciones y temores, emergidos particularmente en un individuo, en una comunidad…”, a partir de esta aclaración relaciona la mitificación religiosa con la sociedad de masas de una civilización industrial, deduciendo que así como la iglesia aprovechaba imágenes conocidas o de origen en el pueblo para cargarlas de todos sus valores y moralidad; de la misma forma la industria carga sus productos para provocar en el consumidor una “sensibilidad… dirigida y provocada por la acción de una sociedad… basada en la producción y el consumo obligatorio y acelerado”.
Es por esto que decide analizar Superman, una historia de la cual “la opinión pública ha participado histéricamente en situaciones imaginarias por el autor de cómics, como se participa en hechos que afectan a la colectividad, desde un vuelo espacial al conflicto atómico”.
Sin importar la aventura que este contando, el cómic mantiene una estructura que en el caso de superman sería: un acontecimiento ilegal, intervención, sometimiento del personaje maligno, final feliz; Eco mantiene que este esquema es el que nos interesa mas que la propia historia, pues es en esta repetición en la que el lector logra conocer a su héroe y posteriormente identificarse con él. Esta constante repetición nos pone en presencia de un “mensaje de alta redundancia”, entendiendo la redundancia como una forma que asegura la transmisión de un mensaje.
Si bien en el ensayo llega un momento en que se plantea la posibilidad de que en los momentos de “evasión y relajamiento”, que Eco señala como saludables e indispensables, el lector pueda obtener del consumo de ciertos productos (refiriéndose a “la narrativa de la redundancia”) una “invitación al descanso, como ocasión única de distensión ofrecida al consumidor”; de igual forma señala mas adelante que el problema cambia “cuando el placer por la redundancia, pasa de ser momento de descanso, pausa en el ritmo convulso de una existencia intelectual comprometida en la recepción de información, a convertirse en la norma de toda actividad imaginativa”
Hacia el final del ensayo se plantea un problema aun mas interesante y es sobre el tipo de acontecimientos en los que interviene nuestro héroe, es en el aparte “Conciencia cívica y conciencia política” donde se plantea que aun dotados de ciertos poderes, superman y otros héroes nunca intentan transgredir el orden ni político ni social de una nación, hablando de superman Eco relata como este titán contiene una lista de valores que bien podrían servir como instrumento pedagógico para infantes, pero que además nos deja una premisa donde él es el defensor del bien y siempre ataca a los malos. La pregunta de “qué es el bien” sirve como excusa para analizar la lógica de intervención de superman, “…desarrolla toda su actividad a nivel de la pequeña comunidad en que vive (Smallville… y Metrópolis)” “el único mal a combatir, se configura bajo la especie de individuos pertenecientes al mundo subterráneo de la mala vida, preferentemente ocupado, no en el contrabando de estupefacientes ni en corromper a políticos o empleados administrativos, sino en desvalijar bancos y coches-correo. … la única forma visible que asume el mal es el atentado a la propiedad privada. El mal extraespacial no es mas que un pigmento accesorio y asume siempre formas imprevistas y transitorias: el underworld es, en cambio, un mal endémico… que invade el curso de la historia humana… según la cual toda autoridad es, fundamentalmente, buena e incorrupta, y todo malvado lo es hasta las raíces, sin esperanza de redención”. Pero el análisis va mas allá, nos aclara que intentando hacer el bien, el personajillo “… organiza espectáculos benéficos, donde se recaudan fondos destinados a huérfanos e indigentes”. Aclarándonos de una vez una intención significativa de la historieta y mostrando como consecuencia lo que es el bien y el mal para este mito: “Si el mal asume el único aspecto de atentado a la propiedad privada, el bien se configura únicamente como caridad”
Son este tipo de “individuos” los que abundan en las sociedades industriales, los individuos para los que el bien se manifiesta con la entrega de productos a las clases desprotegidas, y que se autoproclaman benefactores; cuando lo que hacen en realidad es alimentar con sus actos la indigencia y provocar el asistencialismo por doquier.
Recordemos que esto ya lo señalaban Adorno y Horkheimer:
“Pero la industria cultural refleja la asistencia positiva y negativa hacia los administrados como solidaridad inmediata de los hombres en el mundo de los capaces. Nadie es olvidado, por doquier hay vecinos, asistentes sociales, individuos al estilo del Doctor Gillespie y filósofos a domicilio con el corazón del lado derecho que, con su afable intervención de hombre a hombre, hacen de la miseria socialmente reproducida casos individuales y curables, en la medida en que no se oponga a ello la depravación personal de los individuos. El cuidado respecto a las buenas relaciones entre los dependientes, aconsejada por la ciencia empresaria y ya practicada por toda fábrica a fin de lograr el aumento de la producción, pone hasta el último impulso privado bajo control social…”.